lunes, septiembre 26, 2016

Inauguración de la Confraternidad Deportiva Internacional Nikkei México 2016

El día de ayer 22 de septiembre se llevó a cabo en las instalaciones del Comité Olímpico Mexicano y bajo un gran ambiente festivo y de hermandad de los diversos contingentes que asisten al evento, la inauguración de la Confraternidad Deportiva Internacional Nikkei México 2016, con la presencia de atletas de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Estados Unidos, Perú, República Dominicana y el país anfitrión México.

Dentro de las personalidades asistentes estuvieron los representes de las delegaciones participantes, el señor Carlos Kasuga, el Embajador de Japón en México el excelentísimo Akira Yamada, el cónsul de Japón en México entre otras personalidades.

El encendido del pebetero que mención a parte fue el que se usó en la olimpiada de México 1968 al igual que la antorcha olímpica con la que por primera vez un ex atleta nikkei realizó el encendido cuyo honor recayó en la originaria de Sonora, México, la señora Amalia Yubi Urias.








miércoles, marzo 30, 2016

Alfredo Atsumi: - Parte 3

En 1952, para los Juegos Olímpicos de Helsinki, el Comité Olímpico designó a Amalia Yubi, siendo así la primera mujer en esta disciplina. Fue un triunfo para todas y cada una de nosotras.
En 1954 se abrió la convocatoria para seleccionar a los integrantes del equipo que representaría a México en los juegos centroamericanos y del Caribe. De Nuevo estábamos en la lucha en la Ciudad de Querétaro tratando de conseguir el derecho de representar a México. No fue sorpresa para nadie cuando los resultados arrojaron cifras contundentes: el Club Deportivo México fue ganador por mayoría al clasificar a ocho competidoras, tres de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dos del Instituto Politécnico Nacional (IPN), dos nativas, una de Colima, una de Torreón y una de Chihuahua. Fue una experiencia inolvidable, pues tuvimos el privilegio de inaugurar el Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria (CU), enfrentándonos contra equipos de Cuba, Jamaica, Guatemala y Panamá. Fue difícil pero Amalia venció en la carrera de 80 metros con obstáculos imponiendo nuevo record centroamericano. También fue la primera medalla de oro para México y medalla de bronce en lanzamiento de jabalina.
Al Sr. Atsumi no le permitieron entrar a las pistas de CU durante los entrenamientos y las competencias. Sin embargo, a veces solo, o a veces acompañado de familiares y amigos de las competidoras, observaba el curso de cada carrera, cada salto, cada lanzamiento de todas nosotras que lo sentíamos presente apoyándonos con su presencia. A raíz del desempeño del Club y el triunfo de Amalia en los Centroamericanos, ella fue invitada junto con el Sr. Atsumi a presentarse en Palacio Nacional, donde se le otorgó a Amalia un hermoso reloj y al Sr. Atsumi una subvención económica para que siguiera con su labor deportiva, quien a su vez la rehusó agradeciendo la intención argumentando que no podía aceptarla puesto que no la necesitaba. Ofreció un mejor empeño y dedicación al deporte considerando esto como una manera de agradecer a México por la oportunidad que le brindó el pueblo mexicano cuando llegó solo desde Japón. El presidente entonces era Adolfo Ruíz Cortines quien quedó impresionado por tan sincera promesa.

Con el ex presidente Adolfo Ruiz Cortínez en una visita a Palacio Nacional.
Al pasar el tiempo, cada una nos fuimos a diferentes escuelas y en las competencias estudiantiles defendíamos nuestros colores obteniendo, la mayoría, muchos triunfos. Participábamos por la Universidad, el Politécnico, el Colegio Aleman, etc., pero cuando se celebraban las competencias nacionales, representábamos al Club Deportivo México.
Entre semana íbamos a diferentes instalaciones, como la pista de la Venustiano Carranza, al Casco de Santo Tomás del Politécnico, el Plan Sexenal en el Colegio Alemán e incluso en Chapingo.
El Club Deportivo México del Sr. Atsumi ganó siete nacionales consecutivos y así recorrimos de norte a sur la República Mexicana: Jalapa, Ver.; Chilpancingo, Gro.; Monterrey, N.L.; Chihuahua Ch.; Cuernavaca, Mor.; Morelia, Mich.; Querétaro, Qro., además de competencias internacionales en Austin, Tx., la Habana, Cuba, y Guatemala. Los domingos, después de intensos entrenamientos, nos invitaban a comer unos deliciosos macarrones que cocinaba la entrañable abuelita Doña Candita. Sobre largas mesas nos sentábamos alrededor de veinte niñas hambrientas, cansadas y sedientas, las cuales arrasábamos con los platones de dorados macarrones al horno con mantequilla, crema y queso, grandes bolillos y jarras heladas de limonada que nos sabían a gloria.
* * *
Recuerdo que nos servían en platos muy extraños, más grandes de lo normal, hechos de cristal con muchos adornos raros. Después supimos que eran los vidrios que se usaban en los faros de los camiones que el sr. Atsumi compraba por cientos. Nunca nos permitió que pidiéramos dinero a nuestros padres, él nos equipaba de pies a cabeza. En cada nacional estrenábamos de todo: blusas, shorts, pants, chamarras, tenis, además de spikes importados de Australia, al igual que las jabalinas, discos y balas. Cuando íbamos a los nacionales, jamás aceptó ayuda de los estados sede y él asumía los gastos de transporte, hospedaje y comida. También solía llevarnos de paseo a las playas de Nautla y Acapulco y alrededor de Texcoco. Lo único que recuerdo que nos pedía era: “si quieren comer pueden pedir todo lo que quieran, siempre y cuando no dejen nada en el plato”.
El tiempo fue el culpable del fin del Club México y, finalmente, después de 7 campeonatos nacionales consecutivos, nos retiramos. Elsa ya se había retirado y le siguió Amalia Yubi, quien se casó con el Ing. José Calderón, distinguido atleta del Politécnico. Fue una gran fiesta y un gran acontecimiento; la iglesia se desbordaba de atletas, familiares, amigos y periodistas. El banquete y el baile después de la ceremonia religiosa se llevaron a cabo en el Club México, ubicado en la carretera México-Puebla. Volvimos gozosas a compartir el mejor día de su vida desfilando camino al altar.
El Sr. Atsumi nunca se alejó de nosotras. Solía visitarnos frecuentemente y llegaba como siempre, silencioso pero cordial; se limitaba a preguntar acerca de la salud, del esposo, de los hijos y de la situación económica. Jamás se quedaba a comer, ni siquiera tomaba un refresco porque detestaba dar molestias, fue el abuelo que ninguna de nosotras teníamos como hijas de inmigrantes. Cada Navidad organizaba, exclusivamente para nosotras y nuestras familias, una gran posada en la que rompíamos piñatas, prendíamos luces de bengala y comíamos cañas y colaciones. Doy fin a las remembranzas de quienes vivimos cerca del Sr. Alfredo Atsumi. Hoy, a 63 años de distancia, aún seguimos disfrutando de las enseñanzas que recibimos de tan excelente maestro. Amalia, Esther y yo nos reunimos una vez al mes con el grupo de ex atletas del Politécnico que organizan los desayunos mensuales, invitando a todos los compañeros de todos los clubes y asistimos al baile anual recordando ayeres felices y viviendo nuestros presentes luminosos diciendo: ¡Gracias Sr. Atsumi!
*Teyko Rosa Iwadare con la colaboración de Amalia Yubi y Esther Osada 
**Artículo publicado originalmente en el Boletín Informativo Nichiboku Kyoukai, de la Asociación México Japonesa, A.C., Nº 130, marzo de 2008 y Nº 131, mayo de 2008.

Alfredo Atsumi: Parte 2

Las familias inmigrantes ubicadas en la provincia de la República, debido al mandato urgente e irrevocable del Gobierno de México que les obligó a concentrarse en el término de una semana en el D.F. con motivo de la Segunda Guerra, dejaron sus propiedades, negocios y amigos. Fue una época de muchas penalidades pero poco a poco fueron estable-ciéndose, de modo que hacia 1946 podían aspirar a una vida normal, sin tantas privaciones, regresando a las escuelas mexicanas y japonesas. Los niños y niñas de entonces se animaron a emprender nuevas aventuras.
Una de ellas, en una amplia explanada que se encontraba a la entrada de la casa, al lado de las mesas y el campo de atletismo, había un mundo maravilloso para los niños, con columpios, subeybajas, resbaladillas y un juego extenso e intimidante que nos retaba a vencerlo: un gran tronco que medía entre 8 o 10 metros que, colgado horizontalmente entre dos soportes, se balanceaba a 20 cm. del suelo. Nos encaramábamos sobre él, y era una gloria cabalgarlo impulsándolo con las piernas. Cuando, dominando nuestros temores, nos atrevíamos a caminar sobre él equilibrándonos peligrosamente al ritmo del tronco desplazándose, nos imaginábamos viajar sobre las olas para descubrir mundos maravillosos.  Quién no subió a aquél tronco, que nos parecía altísimo, para aferrarnos con temblor emocionado a los fierros que colgaban retadores para después soltarnos y volar aterrorizados los 15 metros que duraba el viaje por los aires de la primera tirolesa que conocimos hace ya 60 años.

El Sr. Alfredo Atsumi en su casa de Zaragoza
Sin embargo, habían otras actividades. Los campos de mesas de tenis y la pista de atletismo comenzaron a verse concurridas todos los domingos. Los grupos de jóvenes y adultos dedicados al tenis llevaban a cabo sus actividades deportivas, mientras los atletas se iniciaban en sus entrenamientos por su lado. El tenis no sólo acaparó a los residentes capitalinos, sino que paulatinamente se integraron los de provincia, entre los que destacaron los señores Mikami y sus hijos, el Sr. Sekiguchi y sus 3 hijos, el Sr. Pablo Kimura e hijos, el Sr. Kawasaki y Alfredo y Roberto K., los hermanos Shiraishi, el Dr. Murakami e hijos, el Sr. Miyauchi, el Sr. Imuro, el Sr. Hatta, Jorge Ito, Jorge Alarcón, Chava Nishimura, Luis Iwadare e hijos, Dr. Roberto Hara y otros más. 
No obstante, la relación entre los tenistas y los atletas era escasa, pues no convivíamos mucho. Ellos con sus juegos, nosotras con nuestras competencias. No se trataba de una rivalidad, pero tampoco había interés recíproco. Sin embargo, he de confesar que la vida da muchas vueltas y, finalmente, todos nos hemos reunido fraternalmente con un cariño muy especial ya que nos unen los mejores de nuestras vidas, las semillas doradas que, al correr de los años, crecen vigorosas y llegan hasta nuestros hijos con el mismo amor con que llegó a nosotros.
El primer grupo varonil de atletismo se formó con Pedro Chiriguchi, Juan Naoki, K. Koshimae, Chito Harada y se fueron agregando Julio Takeda, Juan Muraoka, René Tanaka, Miguel Tanimoto, y muchos más. Empezaron con tantas ilusiones y se entregaron con ahínco, entusiasmo, pero la realidad los superó y poco a poco se desintegró debido al desánimo que les causò el competir contra equipos consolidados desde hace muchos años como el del Politécnico, Chapingo, Venados y otros muchos clubes privados después de haber sido los varones los pioneros, paulatinamente llegaron las niñas, y así surgió el equipo varonil y femenil de atletismo, al cual se le puso por nombre “Club Deportivo Nippon”.
De esos niños felices surgió el primer equipo deportivo Nippon: Taeko Chiriguchi, Tomiko Koshimae, Chieko Nansen después se agregaron Yoko Tanaka, Lupe y Rosa Iwadare, Sumie y Marta Hojyo, las hermanas Osawa, Amalia Yubi, Esther Osada, Toyo Shibayama, Clotilde Nakazawa, Lilia Nakashima, Kazuko y Luz Kawashima, Alicia Murakami, Chita Harada y al final las chiquitas como Esther y Mela Muraoka, Toshi Yokoyama, Alicia y Chui Hirata, Michita Hojyo y muchas más. Entrenando con mucho empeño, haciendo propios los sueños de ese gran maestro poco a poco fuimos avanzando y conquistando paso a paso la carrera hacia el campeonato nacional. Al ver nuestra carrera imparable, surgieron envidias, y el club se enfrentó a un obstáculo ya que los dirigentes del atletismo femenil “sugirieron” que el nombre de nuestro club era inadecuado, obligándonos a cambiarlo por el de Club Deportivo México. No contentos con este cambio siguieron las hostilidades y las presiones aumentaron. Nuevamente volvieron a “sugerir” que un equipo mexicano formado por puras “japonesas” no estaba bien visto, así que estábamos en problemas una vez más, se nos obligó a integrar compañeras mexicanas. Entre la avalancha de solicitantes que para ingresar al club destacaron algunas como las hermanas Rodríguez, Guadalupe Sosa, las Pulsadoras y muchas más que ya no puedo recordar de entre un grupo regular de 25 compañeras. Por otro lado, Esther Salcedo, Ana María Velázquez, Raquel Trujillo, María de Jesús Muñoz, Elda Rosales, Margarita Kabsh, resultaron campeonas en sus propias disciplinas
*Teyko Rosa Iwadare con la colaboración de Amalia Yubi y Esther Osada 
**Artículo publicado originalmente en el Boletín Informativo Nichiboku Kyoukai, de la Asociación México Japonesa, A.C., Nº 128, noviembre de 2007.

Alfredo Atsumi: Parte 1

Al término de la Segunda Guerra Mundial, los inmigrantes que vivían en la Ciudad de México eran prósperos empresarios; entre ellos se distinguió el Sr. Atsumi, propietario de una flotilla que daba servicio al oriente del D.F. y sus rutas se fueron extendiendo desde la Colonia Moctezuma, Pantitlán, los Reyes, Texcoco y pronto llegaron a Puebla, Tlaxcala, Córdoba y Veracruz.

Sr. Alfredo Atsumi
Construyó su residencia a la salida del D.F., en la carretera México-Puebla, en la zona de los balnearios cerca del aeropuerto. Su casa era sencilla, amplia, con grandes salones para banquetes y reuniones y varias habitaciones listas para recibir a los numerosos visitantes que incesantemente iban y venían en busca de ayuda, orientación y consejos que siempre ofreció el Sr. Atsumi en forma desinteresada y cordial.
En esta enorme casa, vivía con frugalidad, sin lujos, en compañía de su esposa, Doña Lilia, su hija Elsa y la abuelita Doña Candita.
Ahí nació su afición por el deporte y enfocó todo su empeño en preparar a Elsa para ingresar al mundo del tenis. Para ello, construyó seis canchas y todo lo hizo con ayuda de Elsa y Doña Lilia; nunca vimos ni sirvientes, ni peones, ni jardineros. Los domingos desde temprano se afanaban los tres en regar las canchas, apisonar con pesados rodillos y finalmente pintar las líneas blancas que brillaban invitando a jugar a quien quisiera usarlas. Entre semana entrenaba Elsa y los domingos ofrecía sus instalaciones a todos los que quisieran ir, todo era gratuito. Jamás aceptó pago alguno.
Para preparar adecuadamente a Elsa, la llevaba a practicar diario al Deportivo Chapultepec. El mejor lugar que existía en ese tiempo y solamente la élite pertenecía a ese cerrado mundo del tenis.
El Sr. Atsumi contrataba a los mejores maestros del Deportivo Chapultepec y llegó a pagar hasta un centenario por una hora de clase a famosos tenistas extranjeros que llegaron a dar valiosos seminarios.
El empeño constante del Sr. Atsumi y la total obediencia de Elsa fructificaron, logrando triunfos espectaculares hasta lograr el campeonato nacional durante algunos años consecutivos. Sólo cuando Elsa se retiró, pudo Mela Ramírez obtener el codiciado título de campeona nacional; este retiro estuvo calculado, pues el Sr. Atsumi planeó con cuidado el paso que permitiría a Elsa metas internacionales. Ella había terminado la secundaria, así es que el Sr. Atsumi solicitó en una universidad de Estados Unidos, que se distinguía por el apoyo que les brindaba a los tenistas que prometían. Inmediatamente fue aceptada y se marchó, valiente, sola y decidida, al internado de la universidad. Sin embargo, ella no pudo adaptarse a esa nueva vida, lejos de sus seres queridos en una sociedad tan ajena a la suya y, renunciando a su prometedor futuro, regresó a México.
Para el Sr. Atsumi, esto había sido un gran golpe emocional, pues fue el fin de sus sueños; sin embargo, sin lamentarse, estoicamente empezó a construir una pista de 200 metros para carreras de velocidad y de obstáculos, fosas para saltos de altura, de garrocha y de longitud; círculos para lanzamientos de bala, disco y martillo, y pista de lanzamiento de jabalina. Los domingos, los veíamos apisonando, afanosamente, la pista con los conocidos y pesados rodillos, pintando con el blanco deslumbrante los carriles de la pista, los círculos de los lanzamiento. Todo era muy rústico, pero meticuloso en las medidas y altura de las vallas de los obstáculos. Fue un trabajo verdaderamente creado con sus propias manos. Finalmente, estaba listo para emprender un nuevo y maravilloso proyecto. Lo inició invitando a los jóvenes y niños de la colonia japonesa.

*Teyko Rosa Iwadare con la colaboración de Amalia Yubi y Esther Osada 
**Artículo publicado originalmente en el Boletín Informativo Nichiboku Kyoukai, de la Asociación México Japonesa, A.C., Nº 127, septiembre de 2007.